jueves, 17 de enero de 2019

Caminantes

"Nosotros no caminamos porque tenemos ganas. Caminamos porque llevamos a Jesús", nos dijo Ramón Epulef cuando lo visitamos en 2018. Fue una gran lección: en dónde está nuestra esperanza, nuestra fuerza, por qué nuestra misión. En cada reunión durante el año recordamos esa frase. Y en esta misión me resonó aún más.
Nos pusimos en camino con una certeza: las ganas de compartir a Jesús, sabiendo que "donde dos o tres se reúnen en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos". Cada familia nos enseñó de Jesús con sus gestos de amor, con su esperanza, con su fortaleza, con su alegría. Y la oración compartida fue un encuentro profundo, un verdadero aprendizaje.
Cada camino tuvo su razón en la inmensidad de la meseta. Las caminatas fueron tiempo para rumiar lo vivido, para contemplar la naturaleza, para entender las distancias y las dificultades de comunicación de los pobladores del campo. Algunos días el viento nos complicó. Y todo eso le dio el mejor sabor a los mates de bienvenida.
Un día nos preguntaron si nos gustan más las partidas o las llegadas. A mí me gustan más las llegadas. Porque el cansancio encontró sentido en el afecto y la alegría con que nos recibieron. Porque fue emocionante reencontrarme con cada familia que conocí el año pasado. En cambio, en las partidas sentí ganas de quedarme mirando esos ojos, en comunión. Sentí que la palabra gracias me quedaba muy, muy pequeña frente a tanto compartido y que sólo podía rezar "Hasta tanto volvamos a encontrarnos Dios los guarde en la palma de su mano".






viernes, 21 de septiembre de 2018

Educación Sexual Integral

No entiendo a quienes promueven la campaña “Con mis hijos no te metas”. ¿Creerán que no es necesaria la Educación Sexual Integral? ¿Habrán leído la ley 26.150 del año 2006? ¿Y alguno de los manuales a los que se puede acceder desde internet?



Quizás desconozcan que la sexualidad no es algo aparte del resto de la vida. Somos seres sexuados. Todo lo que hacemos, todas las expresiones, la posibilidad de comunicarnos con el mundo, nuestro crecimiento personal lo realizamos como seres sexuados, desde el desarrollo uterino hasta la tercera edad.
Quizás crean el Educación Sexual Integral es sobre cómo tener sexo, cuando se trata sobre nuestro estar en el mundo, nuestra relación con nosotros mismos y con los demás.
Quizás piensen que no es necesaria. Quizás creen que todos podemos construir nuestra identidad de género y nuestra orientación sexual sin problemas, sin presiones, sin estereotipos. O quizás no sepan que la identidad se construye, se descubre, se asume. También que es dinámica. Quizás crean que todos somos totalmente libres.
Quizás nunca se sintieron presionados para hacer o dejar de hacer algo para encajar, por el qué dirán, para demostrar algo a otras personas. Quizás nunca sintieron presión de una persona, de un grupo, de normas morales.
Quizás no sepan que los géneros son construcciones culturales, que incluyen expectativas y mandatos, que habilitan y deshabilitan comportamientos, sentimientos y elecciones, que van cambiando en el tiempo. Y que conllevan relaciones de poder.
Quizás nunca sintieron que no encajaban, que eran diferentes. Quizás nunca se frustraron porque su cuerpo no es el ideal de las publicidades. Quizás nunca sintieron vergüenza.
Quizás nunca se sintieron desconcertados y violentados por una palabra, una actitud o un contacto. Quizás nunca sintieron que no se podían defender, que no sabían qué hacer, que no podían contarle a nadie lo que les pasaba.
Quizás piensen que las personas que no encajan en la identidad de género que se les asignó al nacer o en el patrón heterosexual es porque se confundieron, porque leyeron cosas raras, porque alguien se los inculcó.
Quizás no crean que sea importante educar para el respeto al propio cuerpo, al cuerpo del otro, a la diversidad.
Quizás no sepan que sexualidad no se restringe a la genitalidad, pero la incluye. Y ahí también es necesario educar.
Quizás crean que todas las personas conocen su propio cuerpo (que nunca es igual al modelo de los libros), el funcionamiento de los métodos anticonceptivos y la prevención de enfermedades de transmisión sexual y que pueden elegir sin condicionamientos de ningún tipo cuál usar -ni informativo, ni económico, ni familiar, ni de la pareja.
Quizás siempre se sintieron respetados en sus decisiones. Quizás siempre se sintieron valorados en integridad personal.
Quizás no sepan que a veces la violencia se expresa en el sexo; que a veces las relaciones sexuales se usan para poseer egoístamente, para satisfacer los propios deseos ignorando el bienestar del otro, para destruir. O tal vez creen que todos saben defenderse en estas situaciones, pedir ayuda, hablar.
Quizás no consideren importante educar para reconocer y valorar el propio deseo, para decir que sí o que no. Y para escuchar y respetar el deseo del otro. Para que los encuentros sexuales sean de respeto, sin presiones, previnieron embarazos no deseados y enfermedades, y con placer.
Quizás no crean que es importante que el Estado garantice esta educación, y piensen que cada uno debe arreglarse como pueda. O tal vez crean que hay una única verdad, y que no es posible enriquecernos con diferentes puntos de vista, de acuerdo a creencias y elecciones variadas.
Quizás piensen que todo está bien como está y no hace falta mejorar nada.
¿De qué estarán defendiendo a sus hijos?

viernes, 19 de enero de 2018

“Los sueños parecen al principio imposibles, luego improbables, y luego, cuando nos comprometemos, se vuelven inevitables”


Un domingo a principios de noviembre un amigo me contó que estaban organizando la misión de verano por el campo al sur de Río Negro. Le dije "Siempre quise participar de la misión volante". Me respondió "Venite". Ahí yo empecé con el "me encantaría pero..." y un montón de cuestiones que me impedían ausentarme de Ciudad de Buenos Aires quince días. Tenía que conseguir otro trabajo, ya que mi contrato terminaba en diciembre, trabajar, pagar el alquiler...

Ese sueño imposible empezó a darme vueltas, junto a otro: ser voluntaria en la Parroquia Cristo Resucitado, en General Roca. La invitación al voluntariado me fue hecha dos años antes y de pronto me di cuenta que era el momento. Una vez tomada la decisión, todo se ordenó para que pudiera viajar a fines de diciembre para misionar y conocer mi nuevo lugar. 

En los poquitos días que estuve en Roca me fui integrando a la comunidad parroquial. Comencé a conocer los rostros y los nombres que hacen posible muchos proyectos donde el amor a Jesús se expresa en el amor a los hermanos, en acompañar y en fomentar la dignidad humana. Con mucha alegría voy descubriendo una comunidad llena de vida, que sale al encuentro, donde hay mucho trabajo y entrega, que camina junto con Jesús.  

La misión en el campo es distinta a las que viví en San Pedro y San Nicolás (provincia de Buenos Aires). El compartir es diferente. Hubo menos palabras y mil gestos de amor y alegría por el encuentro. También yo me quedé sin palabras. Por momentos solo me salía observar, sonreír y agradecer porque nos recibieron, porque éramos parte de sus vidas, porque compartimos todas las actividades del día: tomamos mate, amasamos torta fritas, fuimos a buscar las chivas, jugamos al truco, cocinamos, rezamos, nos deseamos cosas buenas para el año. 

Volví a Roca con la sensación de que algo habíamos hecho bien, pero no podía explicar qué había sido ese algo tan maravilloso. De a poco me di cuenta que lo tan especial era el TIEMPO: Lo más simple e importante que podemos compartir. Anunciar a Jesús no se trata de acciones asombrosas o grandes palabras, sino de gestos simples llenos de amor. Como en las parábolas del Evangelio, el Reino es pequeño, silencioso, sencillo e inmensamente valioso. Tenemos que estar atentos para descubrirlo en los momentos cotidianos. Y sin dudas, el tiempo compartido con las familias de la zona de Kakel Huincul estuvo colmado de la presencia de Jesús. 

martes, 4 de julio de 2017

'El tren de las moscas'



Hace cuatro años vi el documental ‘El tren de las moscas’. Lamentablemente, en estos años la situación de los refugiados se ha agravado en todo el mundo. Huyendo de diversas situaciones, miles de personas dejan sus tierras con la esperanza de vivir.

La pregunta que siempre me interpela ante estas situaciones es qué puedo hacer, qué podemos hacer. Qué hacer frente al hambre, los bombardeos, las guerras, los gobiernos que no dan respuesta o incluso persiguen a sus ciudadanos. Quizás lo ‘natural’ es sentir que somos impotentes a tanta injusticia.

Por eso  me llena de esperanza la capacidad de las mujeres que aparecen en el documental, ‘Las Patronas’, de hacer algo cuando toda la realidad parece decir “no se puede hacer nada”. Hay infinidad de cosas que no podemos hacer, que no podemos cambiar. Pero siempre podemos dar amor.

El documental presenta dos grandes hechos. Uno está encuadrado en una realidad social muy triste de Centroamérica. Y otro proporciona un rayo de luz a esa realidad.

Las Patronas esperan al costado de las vías que pase el tren y hacen señas a los viajeros para que reciban las viandas. Los viajeros reciben entusiasmados los paquetes. No tienen tiempo ni de agradecer, más que enviando una carta luego. Las Patronas podrían quedarse en lo absurdo de buscar una esperanza  en ese tren, donde posiblemente mueran. Pero tal como expresa la carta de agradecimiento que lee Norma Romero, ellas ofrecen su amor a personas que no conocen, no juzgan su situación de exilio, no saben cómo fueron sus vidas previamente ni qué buscan en EEUU. Simplemente, desde el silencio, acompañan. Ofrecen su amor, su solidaridad, su compresión.

Los viajeros no podrán devolver a las Patronas su ayuda. Pero seguramente ese gesto de amor desinteresado los motive a tener gestos con otras personas.

Además de la ayuda material que ofrecen, es invaluable el mensaje de esperanza que acercan a los viajeros. Llevan amor a personas que están enfrentando el desarraigo con mucha vulnerabilidad. Seguramente para mucho de los inmigrantes, las Patronas son el rostro de Dios que los acompaña en el viaje.

También nos ofrecen un mensaje a todos: Poner nuestros dones al servicio de los más necesitados, aliviar con lo que tenemos –aunque sea poco- al que pasa a nuestro lado. No pueden cambiar las condiciones sociales, económicas, laborales de los países, no pueden evitar los abusos que sufren los inmigrantes ilegales. Pero acompañan en el camino. Parafraseando a Mamerto Menapace, no tienen en sus manos la solución para los problemas del mundo, pero para los problemas del mundo tienen (y ofrecen) sus manos.

Todas las mujeres hablan desde el amor. Entienden la situación por la que están pasando los inmigrantes, se lamentan con los abusos que sufren durante el viaje. Y ofrecen su ayuda desde la humildad, de igual a igual. No tienen soberbia. Solamente se dan cuenta que los inmigrantes están pasando una situación difícil y ellas tienen la posibilidad de darles una mano. En este momento que todo se compra y se vende, sobre todo el ser humano, ellas proponen otra lógica, el trabajo comunitario, el amor desinteresado.

Las Patronas son el rostro de Dios y construyen su Reino. Jesús nos dice felices los pobres, felices los que tienen hambre, felices los que lloran. Hay un sistema injusto, que nos oprime, que produce ricos muy ricos y pobres muy pobres, que nos expulsa de nuestros hogares, que intenta cortar nuestros vínculos de solidaridad y cambiarlos por relaciones mercantiles. Y Jesús nos dice “felices ustedes los pobres”, los que no se benefician de este sistema injusto, los que no usan sus recursos para explotar al del lado. Felices los que sufren injusticias, porque tienen la capacidad de luchar y cambiar la situación.

Creemos en el Dios que nos libera de las esclavitudes. Creemos en el Dios que quiere que tengamos vida en abundancia, que multiplica y comparte con nosotros el pan. Creemos en el Dios de la liberación, el Dios nos moviliza para luchar por una vida más digna. Y ese Dios acompaña a los inmigrantes durante el viaje en tren y se manifiesta en las Patronas, dándoles un alivio en el trayecto. Felices ellos, porque les pertenece el Reino de Dios.

Mirando y admirando a las Patronas, pienso cuánto por hacer, cuánto por compartir, cuántos gestos de amor nos convocan. Vivamos esta urgencia de construir el Reino.  

miércoles, 18 de enero de 2017

Gracias por otra misión compartida



    Misión en San Nicolás, enero 2017

   Gracias por estos pocos días e intensos días de misión. Llegué tres días después que el resto del grupo, cuando terminé de trabajar. Y me costó entrar en clima. Me sentía cansada, aislada en mi misma, con dificultad para compartir y poner mis sentidos al servicio de la comunidad y del grupo. Varias veces me pregunté "¿Será esta una de mis últimas misiones? ¿Tengo ganas de seguir haciendo esto? Después de siete años, ¿estaré cansada? ¿Habré cumplido una etapa?"

   Y me renovaron la fe. Los niños, las señoras, las hermanas, el sacerdote, los jóvenes, todos los miembros del grupo. Cada uno de ellos me renovó la fe en Jesús resucitado, Jesús vida, Jesús presente en los rostros de los que aman, sufren, luchan, comparten, celebran. 


   Yo tengo fe en el Dios de la vida. Es fe en la vida, fe en los que están vivos -es decir, caminan, cambian, avanzan, siguen adelante, buscan, se inquietan. Fe en que cada persona puede ser mejor, fe en los encuentros. Tengo fe en Jesús que se manifiesta en cada persona y me llama al encuentro fraterno. Y también fe en Jesús que viene a rescatarme, a darme un abrazo, a motivarme a través de otros rostros, a veces rostros de amigos, a veces de desconocidos.

  No tengo fe en un Dios lejano y todopoderoso que se manifiesta fantásticamente. Tengo fe en el milagro cotidiano que somos cada uno de nosotros intentando ser más humanos, y que se hace celebración cuando nos reunimos a compartir el mate, los juegos, los proyectos.

  Hace siete años que estoy en este grupo, que es un grupo nuevo continuación de aquel donde comencé a enamorarme de la misión. El grupo se renueva cada vez que una persona nueva ingresa. Para mí, se conjugan la confianza y el entendernos con miradas con aquellos con quienes transité más camino, y la sorpresa y la admiración de ver a los que se fueron sumando en el último año y tienen tanto para aportar, compartir, motivar.

  Y gracias a todos esos rostros pude encontrar nuevamente a Jesús, pude conectar con la misión, con el grupo, conmigo misma, con la vida. Gracias por estos días compartidos.

lunes, 10 de octubre de 2016

María acompañando a mujeres actuales

Intento redescubrir a María, queriendo que –su persona, su vida, sus características- me acompañe e ilumine como mujer actual, del siglo XXI, con preguntas, dudas, luchas, que busca la igualdad, que tiene ganas de construir un mundo más humano.

El Evangelio de Lucas nos muestra que María era una muchacha humilde, joven, mujer, miembro de un pueblo oprimido, sin ninguna relevancia social en su tiempo. Y Dios la vio, la conoció y la eligió para ser la madre de Jesús. María recibió la visita del ángel que la invitó a ser madre de Dios y ella se animó a preguntar “¿Cómo puedes ser esto?"[1]. Luego, tomó una decisión por sí misma. No le preguntó a ninguna autoridad, a ningún hombre. Aceptó el milagro de Dios y se hizo cargo.

Estoy trabajando en una organización que promueve y acompaña la organización de los vecinos en los barrios. El sábado asistí a una reunión en un barrio muy humilde de Pilar y el tema principal de preocupación es la inseguridad, asociado a la droga. Es un problema que los afecta cotidianamente y del que pueden tener poco control. La mayoría de las personas reunidas eran mujeres, y las mujeres eran las que llevaban adelante las discusiones. Habían hablado con autoridades de la municipalidad y la comisaria, proponía planes de acción, alertaban sobre los peligros, contaban sus experiencias y las de otros vecinos, pensaban estrategias de cuidado.

En el barrio de San Nicolás donde vamos a misionar hay un comedor y centro día para niños de primaria. Lo atienden cinco mujeres. Ellas conocen las problemáticas de cada nene y de cada familia. Saben que los nenes están solos, que hay situaciones de violencia. En sus situaciones personales, se hacen cargo de familiares enfermos, buscan soluciones creativas para ahorrar dinero, intentan darles algún gusto a los hijos. Algunas tienen marido, otras no. En todos los casos, se ve que ellas deciden, actúan, están atentas, cuidan de su familia y de su comunidad.

La unión de la familia, el cuidado de los más débiles, el dinero, la droga, la inseguridad son algunas de las preocupaciones que tienen estas mujeres. Con la posibilidad de dar mayor o menos respuesta, de poder incidir más o menos desde sus lugares, estas cuestiones están presentes cotidianamente.

Pienso en María -quizás desde una imagen más tradicional-, y su familia era humilde, habrán tenido problemas de dinero, de pensar soluciones en casa para lo que no podían conseguir. Además, Israel era dominado por Roma. Tuvieron que escapar durante la matanza de los niños y quizás hubo otras situaciones de violencia y represión. Rescato estos valores y sé que son actuales. Pero aún hay más, porque María es mas que una mamá que se queda en casa ocupándose de su hijo.

Dios no buscó para hacerse hombre a una persona importante, con poder económico y político, con todas las comodidades. La condición sencilla de María fue imprescindible para formar parte del Reino. Dios la reconoció y la elevó, le ofreció un lugar fundamental en la historia de la salvación y del Reino de Dios. Los cambios sociales, los nuevos valores, la fraternidad, las pequeñas semillas del Reino están en la labor de mujeres sencillas que se preocupan por su familia, por su barrio, por su cuidad. Que salen y actúan. Que tienen voz y que luchan.

Luego de aceptar ser la madre de Dios –Lucas nos dice “tomó su decisión”[2]-, María fue a visitar a su prima Isabel. Sola, se dirigió a otra ciudad, caminando, sin avisar. Qué peligroso suena eso ahora, en tiempos de tanta violencia. Imaginémoslo hace más de dos mil años, cuando las mujeres no podían hacer nada sin la compañía de un varón.

Al encontrarse, María e Isabel cantaron de alegría. Tenían voz. Tenían alegría. Evocaron una realidad personal de alegría, que se correspondía a la realidad social. La alegría de ellas formó parte del proyecto de salvación de Dios a todos los oprimidos. Ellas reconocieron la presencia salvadora y amorosa de Dios en sus vidas.  Ellas pusieron su esperanza en Dios y él la bendijo. Espíritu Santo estaba con ellas en ese encontrarse y compartir.

En el Magníficat[3], María reconoció que esta presencia de Dios en su vida no era exclusiva para con ella, sino que se trata de una presencia con todos los pequeños, los hambrientos, los humildes. Dios sacó de su lugar a los soberbios y a los poderosos para liberar a los humildes. Dios muestra es rostro de misericordia para los que sufren.

María se quedó tres meses con Isabel[4], que también estaba embarazada por la gracia de Dios y era una mujer mayor. Cuánta ayuda habrá necesitado  Y ahí estuvo María.

Estas mujeres -en Pilar, en San Nicolás y en tanto otros lugares- no se quedan en la casa. Salen, se reúnen, buscan soluciones en conjunto, se enfrentan a las autoridades, lideran procesos colectivos. Y acá aparece algo clave que estoy descubriendo en la teología de María que es la solidaridad entre mujeres. Esta solidaridad es histórica (si pensamos en las mujeres en diferentes situaciones de opresión siempre aparece una solidaridad subterránea entre ellas) y en este momento los poderes hegemónicos están intentando destruirla. Los medios de comunicación presentan mujeres enfrentadas entre ellas por el amor de un hombre, mujeres que compiten en los trabajos, mujeres que quieren ser más que las demás, mujeres que solo se preocupan en comprar, mujeres que critican a otras mujeres. Se caracteriza a las mujeres como envidiosas, egoístas, superficiales, chismosas, rápidas para juzgar. Es decir, se presentan todas las actitudes que dividen, en lugar de la solidaridad. Y cuando una mujer es presentada como altruista, cuando se reconoce su trabajo por la comunidad, pareciera que lo hace en soledad, que no tiene un equipo, que no trabaja en conjunto con otras mujeres u otros varones. Aun cuando se remarca el liderazgo positivo de una mujer, es un liderazgo solitario, no solidario. 

Tenemos que revalorizar la solidaridad entre mujeres, la capacidad que tenemos las mujeres cuando nos reunimos y actuamos juntas. Tenemos que dar visibilidad a que las preocupaciones de las mujeres no son solo domesticas, sino comunitarias. Las mujeres lideran instituciones para el cambio, de cuidado de los más débiles, de contención. Saben cómo se entreteje la corrupción y la delincuencia y se enfrentan a las autoridades buscando soluciones.

Muchas veces pensamos nos ponemos en manos de María para que nos proteja, nos cubra, sabemos que como madre nos conoce y entiende. Pero estas intervenciones de María parecen suceder en los momentos de descanso, en los que se frena la acción, en el aislarnos un rato de los problemas. No le pedimos que nos acompañe en las luchas, que nos de la palabra justa, que nos inspire en los encuentros. Ahora estoy descubriendo todas esas virtudes de María, empezando a verla desde la acción y la decisión.

María se reunía con los primeros cristianos. Su papel fundamental en las primeras comunidades no fue desde el silencio y la soledad del hogar, sino desde el encuentro, la toma de la palabra y el trabajo conjunto. El proyecto de salvación que la abarcó totalmente y del que fue socia, no es un proyecto privado, individual, sino comunitario y universal. La inversión de privilegios del Reino es una inversión social.

Tenemos -tengo- que retomar a María cuestionando, preguntando, decidiendo, liderando, en reuniones, en encuentros, en solidaridad con otros oprimidos. Esa María es actual y puede ser inspiración para muchas mujeres y muchos hombres comprometidos con su realidad social y comunitaria.

María que habla y se mueve, que no ve de afuera lo que pasa sino que está en el centro de la transformación. María que es acción e invita a otros a la acción. María que camina, viaja, presta atención, sabe quién necesita qué y dulcemente ordena “no tienen vino” y aconseja “hagan lo que Él les diga”[5].





[1] Lucas 1, 34
[2] Lucas 1, 39
[3] Lucas 1, 46-55
[4] Lucas 1, 56
[5] Las bodas de Caná. Juan 2, 1-11

sábado, 17 de septiembre de 2016

Llamado a ser comunidad misionera


 Fortalezcan sus lazos de comunidad. Sean pacientes y amorosos entre ustedes. Escúchense y aprendan unos de otros.
Recuerden que Jesús está presente en el rostro de cada hermano, los que participan en nuestra comunidad y los que están alejados. Estén atentos a las necesidades de los hermanos.
Como Jesús envió a sus primeros discípulos, también los envía a ustedes a anunciar su Buena Noticia. Salgan a su pueblo, escuchen a los que estén solos, alegren a los que estén tristes, den de comer a los que tengan hambre y den abrigo a los que tengan frío. Practiquen el amor y la misericordia.
Cuando se encuentren con alguien, deséenle la paz y denle la bendición de Cristo.
Habrá dificultades, desánimos y rechazos, pero Jesús está y estará con nosotros. Pidan al Espíritu de Dios que los fortalezca con sus dones.
Den tiempo a la oración. Recuerden que para ser testigos del amor de Cristo debemos tener un oído en el mundo y otro en el Evangelio.