Intento
redescubrir a María, queriendo que –su persona, su vida, sus características-
me acompañe e ilumine como mujer actual, del siglo XXI, con preguntas, dudas,
luchas, que busca la igualdad, que tiene ganas de construir un mundo más humano.
El Evangelio de Lucas
nos muestra que María era una muchacha humilde, joven, mujer, miembro de un
pueblo oprimido, sin ninguna relevancia social en su tiempo. Y Dios la vio, la
conoció y la eligió para ser la madre de Jesús. María recibió la visita del
ángel que la invitó a ser madre de Dios y ella se animó a preguntar “¿Cómo
puedes ser esto?".
Luego, tomó una decisión por sí misma. No le preguntó a ninguna autoridad, a
ningún hombre. Aceptó el milagro de Dios y se hizo cargo.
Estoy
trabajando en una organización que promueve y acompaña la organización de los
vecinos en los barrios. El sábado asistí a una reunión en un barrio muy humilde
de Pilar y el tema principal de preocupación es la inseguridad, asociado a la
droga. Es un problema que los afecta cotidianamente y del que pueden tener poco
control. La mayoría de las personas reunidas eran mujeres, y las mujeres eran
las que llevaban adelante las discusiones. Habían hablado con autoridades de la
municipalidad y la comisaria, proponía planes de acción, alertaban sobre los
peligros, contaban sus experiencias y las de otros vecinos, pensaban
estrategias de cuidado.
En
el barrio de San Nicolás donde vamos a misionar hay un comedor y centro día
para niños de primaria. Lo atienden cinco mujeres. Ellas conocen las
problemáticas de cada nene y de cada familia. Saben que los nenes están solos,
que hay situaciones de violencia. En sus situaciones personales, se hacen cargo
de familiares enfermos, buscan soluciones creativas para ahorrar dinero,
intentan darles algún gusto a los hijos. Algunas tienen marido, otras no. En
todos los casos, se ve que ellas deciden, actúan, están atentas, cuidan de su
familia y de su comunidad.
La
unión de la familia, el cuidado de los más débiles, el dinero, la droga, la
inseguridad son algunas de las preocupaciones que tienen estas mujeres. Con la
posibilidad de dar mayor o menos respuesta, de poder incidir más o menos desde
sus lugares, estas cuestiones están presentes cotidianamente.
Pienso
en María -quizás desde una imagen más tradicional-, y su familia era humilde, habrán tenido
problemas de dinero, de pensar soluciones en casa para lo que no podían
conseguir. Además, Israel era dominado por Roma. Tuvieron que escapar durante
la matanza de los niños y quizás hubo otras situaciones de violencia y
represión. Rescato estos valores y sé que son actuales. Pero aún hay más, porque María es mas que una mamá que se queda en casa ocupándose
de su hijo.
Dios no buscó para hacerse hombre a una persona importante, con poder económico y político, con todas las comodidades. La condición sencilla de María fue imprescindible para formar parte del Reino. Dios la reconoció y la elevó, le ofreció un lugar fundamental en la historia de la salvación y del Reino de Dios. Los
cambios sociales, los nuevos valores, la fraternidad, las pequeñas semillas del
Reino están en la labor de mujeres sencillas que se preocupan por su familia,
por su barrio, por su cuidad. Que salen y actúan. Que tienen voz y que luchan.
Luego
de aceptar ser la madre de Dios –Lucas nos dice “tomó su decisión”-,
María fue a visitar a su prima Isabel. Sola, se dirigió a otra ciudad,
caminando, sin avisar. Qué peligroso suena eso ahora, en tiempos de tanta
violencia. Imaginémoslo hace más de dos mil años, cuando las mujeres no podían
hacer nada sin la compañía de un varón.
Al
encontrarse, María e Isabel cantaron de alegría. Tenían voz. Tenían alegría. Evocaron una realidad personal de alegría, que se correspondía a la
realidad social. La alegría de ellas formó parte del proyecto de salvación de
Dios a todos los oprimidos. Ellas reconocieron la presencia salvadora y amorosa
de Dios en sus vidas. Ellas pusieron su
esperanza en Dios y él la bendijo. Espíritu Santo estaba con ellas en ese
encontrarse y compartir.
En
el Magníficat,
María reconoció que esta presencia de Dios en su vida no era exclusiva para con
ella, sino que se trata de una presencia con todos los pequeños, los
hambrientos, los humildes. Dios sacó de su lugar a los soberbios y a los
poderosos para liberar a los humildes. Dios muestra es rostro de misericordia
para los que sufren.
María
se quedó tres meses con Isabel,
que también estaba embarazada por la gracia de Dios y era una mujer mayor.
Cuánta ayuda habrá necesitado Y ahí
estuvo María.
Estas
mujeres -en Pilar, en San Nicolás y en tanto otros lugares- no se quedan en la
casa. Salen, se reúnen, buscan soluciones en conjunto, se enfrentan a las
autoridades, lideran procesos colectivos. Y acá aparece algo clave que estoy
descubriendo en la teología de María que es la solidaridad entre mujeres. Esta
solidaridad es histórica (si pensamos en las mujeres en diferentes situaciones
de opresión siempre aparece una solidaridad subterránea entre ellas) y en este
momento los poderes hegemónicos están intentando destruirla. Los medios de
comunicación presentan mujeres enfrentadas entre ellas por el amor de un
hombre, mujeres que compiten en los trabajos, mujeres que quieren ser más que
las demás, mujeres que solo se preocupan en comprar, mujeres que critican a
otras mujeres. Se caracteriza a las mujeres como envidiosas, egoístas,
superficiales, chismosas, rápidas para juzgar. Es decir, se presentan todas las
actitudes que dividen, en lugar de la solidaridad. Y cuando una mujer es
presentada como altruista, cuando se reconoce su trabajo por la comunidad,
pareciera que lo hace en soledad, que no tiene un equipo, que no trabaja en
conjunto con otras mujeres u otros varones. Aun cuando se remarca el liderazgo
positivo de una mujer, es un liderazgo solitario, no solidario.
Tenemos
que revalorizar la solidaridad entre mujeres, la capacidad que tenemos las
mujeres cuando nos reunimos y actuamos juntas. Tenemos que dar visibilidad a
que las preocupaciones de las mujeres no son solo domesticas, sino
comunitarias. Las mujeres lideran instituciones para el cambio, de cuidado de
los más débiles, de contención. Saben cómo se entreteje la corrupción y la
delincuencia y se enfrentan a las autoridades buscando soluciones.
Muchas
veces pensamos nos ponemos en manos de María para que nos proteja, nos cubra,
sabemos que como madre nos conoce y entiende. Pero estas intervenciones de
María parecen suceder en los momentos de descanso, en los que se frena la
acción, en el aislarnos un rato de los problemas. No le pedimos que nos
acompañe en las luchas, que nos de la palabra justa, que nos inspire en los
encuentros. Ahora estoy descubriendo todas esas virtudes de María, empezando a verla desde la acción y la decisión.
María
se reunía con los primeros cristianos. Su papel fundamental en las primeras
comunidades no fue desde el silencio y la soledad del hogar, sino desde el
encuentro, la toma de la palabra y el trabajo conjunto. El proyecto de
salvación que la abarcó totalmente y del que fue socia, no es un proyecto
privado, individual, sino comunitario y universal. La inversión de privilegios
del Reino es una inversión social.
Tenemos -tengo- que retomar a María cuestionando, preguntando, decidiendo, liderando, en
reuniones, en encuentros, en solidaridad con otros oprimidos. Esa María es
actual y puede ser inspiración para muchas mujeres y muchos hombres
comprometidos con su realidad social y comunitaria.
María
que habla y se mueve, que no ve de afuera lo que pasa sino que está en el
centro de la transformación. María que es acción e invita a otros a la acción.
María que camina, viaja, presta atención, sabe quién necesita qué y dulcemente
ordena “no tienen vino” y aconseja “hagan lo que Él les diga”.